viernes, 25 de marzo de 2011

La memoria

Yo me doy cuenta, eh? Esto de no estar tomando los anticonceptivos me pone, generalmente, en la situación de verme presa de las hormonas.
Estábamos cenando. Mini-Mi desparramaba milanesa para disimular el helado que se había comido antes de mi regreso del trabajo, el marido hacía zapping disimulando que estaba por comerse la milanesa de mini-Mi y a Mi Misma se me había ocurrido leer en voz alta las notas del cuaderno de comunicaciones.
Así, repasando el calendario de Marzo, sorprendí a la chiquita cuando repetía "24 de Marzo, feriado por la Memoria y la Justicia...".
"eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeh maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Por la Memoria!?". Supongo ahora que lo relacionó con lo mismo que tus hijos. Con juntar juguetes, recibir penitencias y ver, o no, tele. Pobre. Digo, pobre nosotros que sabemos que no es así. Que no es esa memoria la que tanto miedo nos da perder. Y pobre mini-Mi, también. Hubiese preferido comerse la milanesa, creo.
La miré fijo y comencé. "Sí, la memoria de todos. Es un día para recordar cosas horribles que pasaron y que, si queremos que no vuelvan a pasar, deberíamos no olvidar. Por eso 'de la memoria', entendés?". Pero a Mi si me hace falta psicólogo, me rehúso a reconocerlo. Así que no esperé demasiado cuando me respondió y quiso cerrar el tema diciendo: "...cosas horribles como tormentas o árboles caídos, no? Como esa vez que llovió mucho y estaba todo inundado".
Tampoco estaba mal su remate, aunque éste nos hubiese llevado a conversar sobre cambios climáticos y tsunamis, reactores nucleares y memorias radioactivas. Pero sé poco de física, así que continué en ese afán  tan mío de abrirle los ojos a los espantos de la humanidad para después reforzarle mucho los mitos de Papá Noel y los Reyes Magos como para compensar, ponele.
Y monologué: "Cosas horribles como gente que no tenía permiso para organizar a nuestro país, pero lo hizo a la fuerza. Sin pedir permiso. Sin preguntar. Horribles como perseguir a la gente por lo que estudiaba, la música que escuchaba o los libros que leía. Porque usaba barba o cómo se vestía... la hacían desaparecer".
Mini-Mi escuchaba boquiabierta mientras mi marido me censuraba... Bueno, no es mucho??
"...con magia!?", su inocencia imaginaba a un señor de Galera y Barita queriendo sacarte el comunismo de un Baritazo. Miles y miles de jóvenes perseguidos por una junta de ilusionistas. Ahora lo ves, ahora no lo ves. Sólo que estos "magos de la desaparición y el escapismo" no los devolvían a sus asientos, sanos y salvos.
"No.  Horrendo, le pegaban mucho y la mataban".
"ma, pero eso no está bien! Qué bueno que no nací yo en ese momento, no?"... "Claro, nena, no estuvo bien. Por eso hay que acordarse, porque yo tampoco había nacido cuando eso pasaba. Pero hay que enterarse, hay que contárselo a los hijos... porque no tiene que volver a pasar".
No sé, me parece que me excedí. Me invadió la responsabilidad cívica y humana frente a la responsabilidad maternal de preservarla de los miedos. Y, en ese momento, mientras me empezaba a reprochar el exabrupto me miró y me dió la mano.
Y será cuestión de confiar en lo que se ha sembrado. La ví convencida y la escuché: "No me voy a olvidar, mami. Y le voy a contar a mis hijos. Porque yo tengo buena memoria".
Entonces reparé en sus cinco años inocentes. Le pedí que se lavara los dientes y la llevé a dormir. Y porque tiene buena memoria y es mejor enseñarle con amor que con odio, antes de irme del cuarto le leí "Un elefante ocupa mucho espacio".




A la memoria de mi papá. A todos esos recuerdos que todavía lo persiguen y nunca lo abandonan.

Inconsciente colectivo

Ayer, mi hijo mayor preguntó por qué no había clases. Y Ella hizo lo que le dice la psicóloga, que nunca la contradice porque para eso le paga, contestó estrictamente lo que el niño preguntó: “porque es feriado, hijo”.
Pero el hijo de Ella no va a la psicóloga, así que siguió preguntando: “y qué festejamos?” Y Ella: no festejamos, es el día de la memoria. Y como además de preguntón es inoportuno, todo esto ocurrió delante del menor que con cuatro años, sólo estaba concentrado en la alegría de no madrugar y no tener que ponerse zapatillas.
Hete aquí que lo que sí le preocupó al chiquito es qué era la memoria. Y ahí saltó el mayor que no se iba a quedar callado, porque para eso es hijo de Ella. Resulta ser que para una criatura de siete años la memoria vendría a ser eso que tenés en la cabeza que te sirve para acordarte de las cosas que te pasaron otros días, por ejemplo de las vacaciones o de Papá Noel. Pero, tenés que tener cuidado, porque la memoria se acuerda de todo, y entonces cuando te vas a dormir, si te portaste mal no te viene el sueño, porque toooooodo el tiempo tenés la cabeza ocupada con eso que hiciste.
Y mientras monologaba cual Tato Bores, la cabeza de Ella empezó a dar vueltas por los resquicios de la memoria, justamente. Y recordé los años del horror. Esos años que de la niñez a la adolescencia Ella tuvo que masticar miedos y silencios. Pero también pensé en el presidente que propició el ámbito para el juicio a las juntas, y que se empeñan en que sea recordado por la obediencia debida. Y pensé en el presidente del indulto, que será recordado por la economía del uno a uno. Y también en el presidente que se abrazaba con el del indulto mientras lo firmaba y que será recordado porque hizo bajar el cuadro de Videla. Y en la presidente actual... Será recordada por establecer el feriado puente?
Salí de mi paréntesis mental y mi hijo seguía explicando: “además, mamá, papá, la seño, los grandes, buef… también tienen de ‘eso’ en la cabeza y se acuerdan de lo que vos hiciste. Y ahí sonaste, porque si es malo, te sacan la tele o la bici. Entendés?”
El chiquito lo miraba como preguntando si eso justificaba el feriado y yo lo escuchaba boquiabierta mirando para todos lados a ver quién iba a venir en mi ayuda.
Envalentonado con la audiencia absorta, el enano terminó diciendo que era importante eso de la memoria porque si la usabas bien te ayudaba a que lo bueno, lo volvieras a hacer y lo que hiciste mal no lo hagas NUNCA MAS. “NUNCA MAS”, repitió el menor con la fuerza del inconsciente colectivo.
Entonces los abracé. Fuerte, los abracé. Y lloré. Por lo menos mis hijos lo tienen claro. NUNCA MAS.