viernes, 24 de septiembre de 2010

Ella cocina

Digamos que Ella no cocina, Ella experimenta. Y en el laboratorio no puede faltar la compañía mística de la música y la inspiración que una buena botella puede dar, sobre todo si lo que preparo es la cena. A Ella le gusta cocinar. Y cocinar se vuelve un remanso, un refugio ideal para abisagrar el día. Te diría entonces que mi paso por la cocina es visceral. La mise en place en mi mesada comienza con un torrente de emociones personales, y a partir de ahí sumo texturas, aromas, colores, sonidos y sabores. Y como bien dice Benedetti en su excelente “Estados de ánimo”
...unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas...
Resulta entonces que llego al sábado agotada, sintiendo que toda la semana fue lunes y no hay nada mejor que cocinar con todos los músculos y descargar la bronca en una buena masa:

Pizza rellena con lomito ahumado
y mozzarella en hebras.
Cerveza muy fría. La trova cubana.

También puede ser que tenga un día de esos que no todas cuentan, de esos en los que una se siente viva, y cocino con todos los sentidos:

Ojo de bife con salsa de ciruelas.
Batatas fritas.
Chardoney en la copa. Miles Davis.

De vez en cuando (muy de vez en cuando) tengo un día zen. Equilibrada. Verde. Armónica. Y cocino con el espíritu:

(Para escuchar bajo la luna. Dale play sólo si tenés ganas de soñar)

Wok de vegetales, pollo y arroz yamaní. Sauvignon Blanc. La fusa.

Algunos días estoy exultante. Esas jornadas en las que todo te sale bien, desde el mañanero hasta que llegaste a casa y los chicos no estaban viendo tele pasando porque el jefe no fue a trabajar y bajó diez centavos el kilo de carne. En esas ocasiones, cocino con el corazón, con todas las ganas, y sale un elaboradito que trae besos y platos casi lamidos:

Bifecitos de cerdo con salsa de queso azul,
verdes con aliño agridulce. Merlot. Piazzola.

Otras veces, la mayoría de las veces, entro a la cocina rebelde, con la sangre bullendo, el ánimo al natural y pongo el alma en el horno. Auténticamente Ella:

Bruschettas de jamón crudo.
Tarta rústica de cebollas moradas.
Syrah. La Joplin, obvio. Pappo, en su defecto.

Y a veces, como hoy, cuando a decir de Benedetti Ella está como “un árbol con las últimas hojas”, mi marido agarra el auto y trae unas hamburguesas con olorcito a yanquilandia en cajita feliz con juguete de colección al tono. Deja muy contentos a los niños. No lava platos y se queda muy contento él. Y para que no me enoje por el consumo ocasional de comida chatarra, prepara un fin de fiesta para cuando los chicos se duerman y dejarla contenta a Ella también... Estemmm... ahora vuelvo. Voy a ver si tengo un Merlot para mañana.

Mi recomendación.

Cocinar puede ser lo más divertido de una velada. O lo más tedioso. Y eso depende de como me lo plantee. A Mi me gusta, en la mise en place, proponerlo como un rato personal. En Mi cocina.

Mientras cocino no discuto si ésta o aquella música, yo elijo. Tampoco es un consenso lo que se toma. Es un espacio mío, para Mi. La recomendación tiene poco que ver con un nexo concreto entre el menú, el drink y el play y mucho más que ver con buscar el propio hilo conector entre el gusto, la vista, el olfato, el oído y el tacto. Generalmente una combinación exitosa de hoy, mañana no tenga el mismo sentido.

Mi top five, y sus cinco diferentes grados de complejidad.

Ñoquis de remolacha, Syrah, Tom Waits. [Foreign Affairs]

Wok mixto con vegetales y shari, Chardoney, 2 son Multitud. [“quisiera darte siempre un poco más de lo que te pido”]





















Pizza de atún y brócoli, licor de melón y lima-limón - ferné, Ozzy. [Ozzmosis]















Pump up the jam: Todas las achuras a la parrilla, copa de Malbec, ataque ochentoso.





Huelga de princesas: Superpanchos, cerveza, rock nacional.

dale play, son once temas de mi lista de rock nacional...