viernes, 10 de diciembre de 2010

Y uno... y dos...

No me gusta el gimnasio.  Tengo tres incursiones en  él que han durado, en total y contando días feriados y fines de semana, un mes y medio. Como mucho!!
Odio la ropa deportiva (salvo mi musculosa de dry fit para salir a cortar el pasto), odio las zapatillas con cámara de aire... ahhhhh, ya me agité.
Nunca supe dónde meterme la botellita de Gatorei ni la llave del locker, siempre me parecieron un choreo los "diez pesos el sobre de shampoo y cremanjuague" y no me parece atractivo el flirteo entre sudorosos deportistas. Jamás intentaría, en joggineta y musculosa, tener éxito con los "profes" siempre bien peinados y bronceados, musculosos y (sospechosamente) abultados.
El vestuario a Mi también me causa fastidio. Destesto a la que se seca los dedos de los pies, parada y apoyando el pie sobre el banco, en tanga y tetas. Me molesta la señora que cuida los bolsos que siempre parece estar por acotar "y si te hacés pelvis completa, Pocha??". El vapor me repugna, las duchas me repugnan, las celulitis ajenas me repugnan y a ese par de privilegiadas que la vida dotó con cuerpazos... bueno, las detesto a esas también. Un poco por envidia y otro poco porque nunca encuentro el desodorante distraída mirándoles el culo!
Ya, de movida, subir la escalera del vestuario al salón... me fastidia y me cansa.
A Mi me pasa que cuando me toca hacer abdominales, haciendo mi mejor esfuerzo, la serie de 15 me parece E-TER-NA. Yo, que creo que estoy ejercitando correctamente los oblicuos, de pronto veo la gente que espera su turno para el banco entre carcajadas incrédulas "sólo está levantando los brazos y se toca las rodillas!?", "nooooo, sólo levanta las rodillas!". No ha faltado, en esas escasas oportunidades que le dí al gym,  el calentamiento en la cinta con tropezón incluído, la media hora de bici leyendo Shakespeare al lado de la gente que suda el orto haciendo spining o la clase de step a contramano (todas para un lado! Mi para el otro! Todas para abajo! Mi para arriba! Todas a la izquierda! ... cuál era la izquierda??).
Realmente prefiero lucir una túnica al borde de la pileta o el famosísimo pareo a la cadera. O, directamente, hacer honor a Mi Verdad y ser como soy. Y al que no le guste, que no mire. Que además todavía tengo abuela que me recuerda que estoy "rozagante y se me nota sanita".
No, hay una sola clase de gimnasia que a Mi me sienta bien y no necesito salir de mi casa... y ahí sí, me encanta escuchar gritar ooooocho más!

Ocho más

A Ella le gusta ir al gimnasio. Todo el año va al gimnasio. Un poco por masoquismo, otro poco por placer, otro poco por desconexión. Ni un poquito por estética. El punto es que cuando llega diciembre, no sé si para hacer lugar para el turrón y el pan dulce o para que les entre la malla del año pasado, aparecen los arribistas del verano. Esos que quieren eliminar en treinta días lo que gestaron en once meses. Y entonces surgen una serie de personajes en escena. Pero no hay escena más imperdible que la del vestuario. En una suerte de desfile freak te podría nombrar a “la tímida” que no larga la ducha hasta que se hizo el brushing inclusive. Todo con la cortina cerrada. Y Ella esperando turno, fácil 40 minutos. O a “la desinhibida” que se pasea en bolas por el vestuario. En-bo-las. Sin nada, eh? Con o sin carnes colgando. Depilada o no. Con vestuario semi-vacío o semi-lleno. También a la que despliega el contenido completo del bolso en el banco y tarda 50 minutos en despejarlo y no se inmuta si hay cinco haciendo malabares para vestirse. Está la que se depila en el vestuario. Axilas. Piernas. Y si hace falta, cavado. No comments. O la que hace amigas en paños menores y te enterás de su intimidad en un subir y bajar de bragas. Por qué no la que se produce como para casting en medio del vapor y sale del gym con brillos, taco aguja y vestido infartante más mochila Puma en la espalda. Imperdible la que recién se hizo las tetas y se las va mostrando al resto incluyendo a la que administra el guardarropas diciendo a su paso “si querés tocar, tocá, eh?”, en una suerte de adaptación libre de Moria Casán.

Y también está “la sucia”, que guarda la toalla húmeda en el armario para usarla mañana, “la obsesiva” que ordena el locker como si fuera el archivo general de la NASA, “la práctica” que lo usa como baulera adicional de su casa, “la ekeko” que no alquila locker y se muda para cada clase, la que viene desde la oficina, la que después se va a la oficina... En fin, un zoológico urbano, incluida Ella que va con calzas rojas corriendo tres cuadras desde casa y que va al gimnasio sólo a hacer gimnasia, sólo porque le gusta, tratando de bañarse lo más rápido posible, sorteando obstáculos para volver cuanto antes a casa.

Odio los chismes, detesto criticar, pero todos los años, cuando llega diciembre, Ella no puede evitar pensar en tomarse vacaciones de vestuario.