viernes, 1 de abril de 2011

Consumida...

Che, nena…  tengo que comprarme zapatos. Y abrigo. Algo de ropa interior, también.
De paso, tendría que aprovechar y comprarle algún libro a mi vieja que cumple la semana que viene. Y, ya que estamos, pasar por la perfumería a reponer rimel y rubor.
Indudablemente el lugar para hacer todo eso, y más, es el shopping. De los de barrio a los más top, sin escalas.
Y, tengo que confesarte: ODIO LOS SHOPPINGS. Bah, el lugar en sí no me disgusta tanto. No voy a venir ahora a intentar convencerte de que no me gusta gastar  o que no me gusta comprar ropa. Bullshit!
Lo que yo odio, con todo Mi ser, es la acumulación de gente. Gente que va a tomar un cafecito, gente que va al cine, gente que busca estacionar un rato el auto… Mucha gente que quiere almorzar en bandeja marrón y con cubiertos de plástico; gente que quiere aprovechar cada día más!
Y aunque me cueste reconocerlo, detesto el imán que logra que, una vez adentro, no pueda salir sin  haber realizado (al menos) tres de todas estas desagradables acciones de autómata alienado.
Ni hablar si, cuando llegue a la casa de zapatos, hay algún inoportuno 2x1. Allí sólo se respira histeria comparable a un recital de Luis Miguel. Corrés riesgo de ser arañada por la portadora de la sandalia del pie contrario al que vos tenés en la mano.
Las vendedoras de los locales donde quiera conseguir campera me van a mirar de reojo y hasta no sentir el olor al plástico de la Gold no van a mover ni un dedo por revisar el depósito en busca de un talle más (punto en el que todas, a menos que sea de corpiño, nos sentimos unas vacas tristes dentro del probador – siempre reducido al extremo en espacio e iluminación-).
En la lencería no voy a encontrar nada sin push-up, ni empleadas que no me vayan a odiar por haber podido pagar el relleno de silicona intramuscular. Así que voy a comprarme seis pares de medias de pantalón sólo para no sentirme vacía.
Ya cansada de girar en círculos tramposos, mal señalizados, mientras intente llegar al baño antes de mearme encima me voy a acordar de entrar a la mega-librería. Ahí nadie va a saber el argumento de los best sellers, siquiera, ni escribirá correctamente “Hesse” en la pc. Por lo que “Más Respeto que Soy Tu Madre!” simplemente será un libro de un blog de Gasalla (?) y, misteriosamente, no va a haber ni un solo ejemplar de “Demian”, o “Siddharta”. Por suerte, las frase mágica funciona como un mantra: gracias, elijo y te aviso. Y de ahí a la caja, a hacer cola como en Farmacity. Te llevás 3 señaladores imantados por 2 pesos, por 50 centavos te mejoran la bolsa y te abrochan un ticket de cambio (que sólo realizan de martes a jueves por la mañana). Gracias por su compra.
Bueno, ahora con todas las bolsas encima voy a querer tomarme un cafécito para relajar… en bandeja de base combada (donde se vuelcan el 98,7% de los café y cortados). Pero tomar un café sola en un patio de comidas lleno es casi como un delito federal.
No me querés acompañar?

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