viernes, 20 de mayo de 2011

El post del 25 viene asomando

Aparece mayo en el calendario y, más tarde o más temprano, empiezan a aparecer las galeras en las casas de cotillón. Y ahí nomás sabés que en breve te llega la notita en el cuaderno de comunicaciones para preparar el acto del 25.
Y llega el día del acto que, salvo excepción, no es el 25. (Porque es feriado, y en feriado no se trabaja. En los colegios tampoco.) Entonces Ella camina hacia la escuela con el chiquito en pescadores, panza al aire y embetunado, tratando de que no se me acerque al pantalón color manteca. Adelante, de la mano del padre, va el otro con pantalón de arpillera, y un par de escobas en la mano. Me parece que van muertos de frío. Se ve que en 1810, en mayo, hacía calor. Y a medida que nos vamos acercando al cole aparecen los otros muñequitos: Saavedra, la dama antigua, la vendedora de empanadas, el aguatero, French y Beruti. En algunas instituciones se acuerdan de Moreno, pero no en todas, eh? A ver si todavía a alguno le parecen buenas sus ideas y tienen que ponerse a debatir.
Finalmente llegamos y empieza la batalla campal por los asientos. No hay butacas numeradas como en el cine. Y la batalla es sólo para apoyar la cartera en una silla, porque después vamos a ser una centena de padres empujando al pie del escenario para sacar fotos.
Después viene el himno, que más o menos todos cantamos, y el de Sarmiento que más o menos todos balbuceamos. Y luego el discurso de la Directora o alguna maestra. A partir de ahí se empieza a desmadrar el acto. O se acoplan los parlantes, o no andan los micrófonos, o funciona todo pero todos hablan tanto y tan fuerte que nadie escucha nada. Y el docente lee igual y, cuando termina, todos aplaudimos. Como si supiéramos qué dijo.
Empiezan a pasar todos los niños y cuando aparece el nuestro gritamos casi como si fuera gol de Messi, pero para la selección, y sacamos las carilinas del bolsillo. No creo que alguno de esos niños sepa qué hace ahí. El chiquito de Ella, mientras le pasaba el corcho quemado por la cara, me preguntó por qué antes los nenes eran negritos.
Quizás sería una buena idea que aprovecháramos los actos para que nuestros hijos conozcan realmente algo de nuestra historia. De la de verdad. De la que nos hizo argentinos, de los valores que nos trajeron hasta acá. Que sientan que ser abanderado es un honor y no un aburrimiento. Que 25 de mayo es algo más que una calle. Que llevar la escarapela es el orgullo del ser nacional y no una ridiculez para que el que no la usa se burle del alumno que la tiene prendida en su izquierda. Que sepan que las provincias unidas del sur no son Chubut y Santa Cruz. Que se puedan llenar la boca con las estrofas del himno y les tiemble la voz al grito de “Libertad. Libertad. Libertad.” Sería bueno que mamen patria, porque el pueblo aún quiere saber de qué se trata.

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