viernes, 6 de mayo de 2011

Sin gamulán

Otoño. Amplitud térmica de veinte grados. Te levantás, prendés la tele y en la pantalla, abajo, junto al indeseable numerito que dice que son las 6:30 aparece el fatídico que dice que la sensación térmica es de tres grados. Escuchás el pronóstico y resulta que para el mediodía anuncian veinticinco. Acto seguido, Ella abre la puerta del placard y se sienta en el borde de la cama mirando las perchas casi como atravesándolas y se pregunta: Qué me pongo??
Alternativamente miro el reloj y veo cómo van pasando los minutos hasta que me levanto en pijamas para ir a la cocina a preparar el desayuno.
Ella regresa al dormitorio y vuelve a mirar el placard. El traje gris es muy finito. El pantalón negro… pero con qué me lo pongo “arriba”? Si llevo el tapado, a la vuelta me cocino. La pollera azul? Mucho chiflete para pollera. Y voy a despertar a los hijos aún en pijamas.
Retorno. Y entonces miro los sweaters, los quince que bajé el fin de semana pasado cuando cambié la ropa de verano por la de invierno y que aún permanecen en bolsitas de celofán. Pongo dos o tres sobre la cama y todos me parecen muy gruesos. A ver, ese de escote en “V”… No, no… ese es muy finito para los tres grados de térmica. Y el de botoncitos? Un poco incómodo para usarlo debajo de un blazer. Creo que “necesito” un pulóver más para esta época. (*)
Y sin que Ella haya podido quitarse al menos las pantuflas, empieza a pedir al resto de la familia que se apure porque “llegamoS tarde”.
Mientras tanto, insiste con la mirada profunda sobre estantes, cajones y perchas sin poder contestar el ‘qué mierda me pongo?’. A veces, a Ella se le escapa en voz alta un ‘ay, ay… no tengo qué ponerme…’ y hasta tiene que soportar que el marido le diga algo así como ‘si en ese placard ya no entra ni un alfiler…’ Juro que saldría en tanga al balcón antes que mirarlo en ese momento.
Finalmente surge un híbrido atuendo de cebolla compuesto de cuatro o cinco capas que permitan resistir el cambio climático. Pasaré del sofocón de mi casa por tomar el café con leche hirviendo de un solo sorbo, al frío viento que sopla socarronamente en la avenida mientras el bondi no viene sólo para burlarse de Ella. Luego, el sauna dentro del colectivo donde será imposible maniobrar para despojarse de, al menos, una capa. A continuación, otra vez el vientito helado que sopla desde el río hasta entrar en la oficina donde Ella siente que sería un buen momento para intentar un striptease.
El paso siguiente será soportar los dedos de los pies latiendo dentro de las botas y explicarle a Adolfo cuando se acerque a saludar-oler-mirarme-el-escote, que no cambié de perfume. Es la naftalina.

(*) Con todo mi cariño, dedico este párrafo a mi hermana. Ella sabe por qué. Digo, mi hermana sabe por qué.

3 comentarios:

  1. Contesto al (*) juaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa requete juaaaaaaaaaa y sigo pensando en que no tengo un sweater para ponerme y cuento... 22? te quiero Adri...

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  2. Adri, me parece que te tengo que llevar... de shopping!!!!!!!! vamos los jueves, y el súper miércoles! y todos los descuentoooosssss!!!!!!

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  3. Nooooooooooo!!! Shopping nooooo!!!! jajajajajaja

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