viernes, 10 de junio de 2011

Trabajamos para que usted nos elija

Ya sé que hoy no venís, eh? Pero te lo cuento igual. Un poco por solidaridad, para que no te pase a vos, y otro poco por catarsis.
Viste que las impresoras imprimen, básicamente, si están enchufadas a un toma con corriente, están encendidas, tienen papel y tóner. Enchufarla y prenderla, son cosas que puede hacer cualquier hijo de vecino, hasta Fulanita. Ahora bien, que tengan papel y tóner ya es cosa seria. Ese tipo de insumos son recurso escaso no sólo en el piso, sino en el edificio. El que tiene una resma se vuelve algo así como el dueño de la pelota, o la novia del último soltero lindo, inteligente y con plata.
Esta mañana no había ninguna A4 en ningún escritorio y a cada uno que le preguntaba me mandaban a ver a McCann, el tipo de Servicios Generales. Eso y mandarme a la mier(piiiii) es lo mismo. Junté fuerzas, hice tres respiraciones profundas y bajé seis pisos por escalera haciendo “ommmmm”. Cuando entro a su oficina no puedo evitar preguntarme por qué tiene tanta cara de ají en vinagre vencido. Después de saludarlo y obtener por respuesta un frunce de labios cual estreñido sin Activia, también me pregunto para qué bajé por escalera haciendo “ommmmm” si de todas formas su existencia me violenta.
A la consulta de “Hola Cristian, tendrás hojas para la impresora”, sigue la misma respuesta que a cualquier otra pregunta sobre disponibilidad de insumos. O sobre si puede hacerte un favor. O si sabe sobre algo. O sobre alguien. O sobre si la puso en los últimos diez años. “NO”. Siempre “NO”. Ella se quedó mirando un par de segundos, como esperando algo más. No sé… que me dijera que volviera en una hora o dos que trataba de conseguir. Pero no. Sin mover su osamenta del escritorio el pibe te mira por arriba de los anteojitos y te interpela con la vista a ver si tenés alguna otra pregunta en el bolsillo para que pueda responderte que NO y satisfacer su resentimiento con alta repugnancia.
Subí por escalera los seis pisos que nos separan, pero esta vez para canalizar la bronca. El punto es que Ella seguía sin papel. Y lo importante no era la presentación que tenía que preparar sino el hecho de saber que no había papel y que no lo podía conseguir. Aunque no tuviera nada para imprimir, eh? Cuestión de honor.
Me fui hasta la fotocopiadora del subsuelo y, como quien no quiere la cosa, le pedí al pelado del centro de copiado ‘un piloncito a devolver en breve’ y me hice de una veintena de hojas 29,7 x 21. Orgullosa de mi adquisición entro al piso y la miro triunfal a Bigote, como diciendo que no nació aún McCannUDO que pueda conmigo. Me doy vuelta y, al lado de la impresora hay una caja con ocho resmas ocho. Antes de que pudiera reaccionar se acerca M&M para aclarar que, por suerte, como es amiga de Carmela, tiene buena llegada con Cristian McCannUDO, y que pudo conseguir papel para varios días… “porque si no me ocupo yo, acá nadie hace nada”.
Ella se acordó de Papillón (1). Leíste el libro?

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(1)
"He recibido el estuche. Es un tubo de aluminio, maravillosamente pulido, que se abre
desenroscándolo por la mitad. Tiene una parte macho y una parte hembra. Contiene cinco mil
quinientos francos en billetes nuevos. Cuando me lo entregan, beso ese trozo de tubo de seis
centímetros de longitud, grueso como el pulgar; sí, lo beso antes de metérmelo en el ano. Respiro
hondo para que me suba hasta el colon. Es mi caja de caudales. Pueden dejarme en pelotas,
hacerme separar las piernas, hacerme toser, doblarme, que no podrán saber si tengo algo. Ha subido
muy arriba en el intestino grueso. Forma parte de mí mismo. Es mi vida, mi libertad lo que llevo dentro
de mí... el camino de la venganza. ¡Porque pienso vengarme! Es más, sólo pienso en eso".
PAPILLON, de HENRY CHARRIERE

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